CRÓNICAS COSTUMBRISTAS: BARBERÍAS
>> miércoles, 30 de mayo de 2012
Foto: Yaciel Peña de la Peña
Siempre
me pregunté por qué los barberos se visten como los médicos. Algo de lo antiguo
de este oficio queda en las barberías de hoy, donde no se sacan muelas ni se
practican sangrías, pero el cliente se sienta en el sillón y se entrega con
humildad a las inquietas manos del barbero.
Quizás
estos albañiles del cabello también hagan su juramento hipocrático, en el que
se prohíbe hablar de cabezas sucias, canas teñidas o calvicies disimuladas.
La
barbería es el imperio de los hombres. Casi siempre se empieza a hablar del
estado del tiempo, la mujer de Antonio, lo bien que va el equipo de béisbol y
lo mal que van otras cosas.
La
barbería está llena de espejos en los que es difícil mirarse, de un barbero
chismoso y de otro que es guapo. Del padre que lleva al niño a pelarse para
descansar de la esposa y del viejo silencioso que mira y sonríe como si supiera
lo que viene, pero en realidad es que no escucha muy bien lo que están
diciendo.
El
barbero se ha llenado de tantos equipos que parece un mecánico cuando se acerca
a la cabeza del cliente, mas algunos conservan ese aire de escultor de pelo que
mueve nerviosamente las tijeras mientras gira alrededor de uno como una tía
insistente que quiere ponerle el velo a la novia.
Hay
barberías de barrio que suelen recoger las confesiones de los viejos que toman
PPG y los jóvenes que nunca han besado a una mujer. Y están las del centro de
la ciudad, que parecen fábricas de pelo o laboratorios para desinfectar equipos
médicos.
En las
barberías lo mismo se habla de pelota que se obtiene una actualización del
ambiente sexual del barrio. Además están los que huyen del barbero, o los que
van al recinto como si las tijeras y el talco pudieran arreglar ciertas cosas
que la naturaleza creó por error..., o por sabiduría.
Casi nunca el niño dice que cuando crezca será
barbero, será porque es una profesión que te sorprende cuando no tienes
vocación por nada o tienes que hacer algo para que en la casa te dejen en paz.
Dice un viejo amigo, que el de barbero, es un oficio de perezosos, pero yo veo
que siempre tienen trabajo.
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