YO NO QUIERO UN CELULAR

>> lunes, 26 de diciembre de 2011

Por: JAFES
Fotos: Yaciel Peña De la Peña

Yo no quiero un celular. Y no piense que soy de esos trogloditas que niegan el desarrollo.
Sé que hay quienes creen que el celular, ese pequeño aparatito electrónico con muchos botones, es un nuevo apéndice del organismo humano. Quizás sea por la similitud de la palabra con célula, que como todos aprendimos en biología, es la unidad básica de estructura y función de cualquier ser vivo. Y téngase en cuenta que para vivir basta con transformar el oxígeno en dióxido de carbono, o sea, no se necesita pensar.
Lo cierto es que para algunos tan importante es respirar como hablar por el telefonito. Otros  llegar a combinar esta acción con impostergables necesidades fisiológicas que me limitaré a recoger en lo que generalmente se denomina “el llamado de la naturaleza”.
Y es que no sé a que viene tanta matraquilla con el dichoso celular si a fin de cuentas, lejos de facilitar la comunicación, objetivo para el cual fue creado, la dificulta de manera extrema.
En medio de una reunión, por ejemplo, cuando usted piensa que su opinión está siendo escuchada y analizada, su vista tropieza con cierto compañero de cuyo nombre prefiero no acordarme, que está de lo más absorto con el aparatito, porque, precisamente, a esa hora decidió revisar el buzón de mensajes, jugar tetris, o  cambiar el timbre de su celular.
Y si de timbres hablamos, no hay nada que dificulte más la comunicación que el susodicho sonidito impertinente. Al final, después de tantas interrupciones, ni usted recuerda lo que estaba diciendo.
Por cierto, el lenguaje, también ha sido afectada por este supuesto adelanto de la comunicación. Una conversación por celular no tiene palabras de más de dos sílabas y si usted lee algunos de los mensajes de texto que se intercambian terminará pidiendo que el horario de la telenovela, en vez de Día y noche, retransmitan el curso de ortografía de Universidad Para Todos.
Ya sé que los nuevos tiempos y sus inventos tienen consecuencias como estas y que son precios que hay que pagar en aras del desarrollo, pero qué desarrollo trae el celular si desde que la gente empezó a utilizarlos las colas en los teléfonos públicos se han multiplicado. Además usted ha visto el volumen de voz de las personas que hablan por celular, a veces pienso que con ese metal de voz no necesita teléfono de ningún tipo para llamar a nadie.
Ah, eso sí. El celular tiene propiedades ornamentales de muy probada calidad. Relucientes, se pueden encontrar en cintos, carteras, pulóvers, faldas, dicen por ahí  que pronto saldrá al mercado un modelo que se puede pegar en la frente.
No me crea a mí, eso lo dicen los que tienen celulares. Ellos forman una especie de grupo de fans capaces de reconocerse desde la distancia y rápidamente intercambiar mensajes y llamadas. Y es que después de que usted entra en ese mundo del celular, ha adquirido una nueva actitud ante la vida. Debe preocuparse por las baterías, las actualizaciones de timbres de los fabricantes, los nuevos dispositivos, el precio de la línea y hasta de los problemas personales de los directivos de Nokia y Motorota.
Después de todo esto usted verá porque no quiero un celular. Me pregunto si, parafraseando al escritor argentino Julio Cortázar, es uno el que adquiere el celular, o es el celular quien se compra una persona.

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BICITAXIS

>> viernes, 23 de diciembre de 2011

Por: JAFES
Fotos: Yaciel Peña De la Peña
Mendel fue un monje que ganó fama universal por descubrir el cruzamiento genético, y no porque él lo practicara, sino porque el hecho de no poder practicarlo le dio tiempo para poder dedicarse a estudiar el apasionante y excitante mundo de la sexualidad de las plantas de guisantes. Desde entonces nada fue igual y hoy en día es posible encontrar animales tan raros como el ligre: cruce entre un león y una tigresa (para algo es el rey de la selva), el tigrón: entre un tigre y una leona (donde las dan las toman), la cama: cruce entre un camello y una llama (cuando dos feos se juntan…), el zebrasno o cebrasno: cruce de una cebra con un asno (solo a u burro se le ocurriría procrear con una cebra) y la mula: entre la yegua y el asno (de verdad que ese burro andaba medio perdido ese día). El oso hormiguero no es un cruce entre un oso y una hormiga, es físicamente imposible.
Aunque no pertenece al mundo animal, en Cuba tenemos también uno de esos híbridos. Se trata del bicitaxi: cruce de una bicicleta china con un taxi lada soviético.
El bicitaxi quizás sea tan viejo como el agua caliente, pero se hizo popular a finales del siglo pasado. En toda Cuba se emplea como medio de transporte ecológico y resulta súper idóneo para conocer las ciudades sin tener que caminar mucho.
Un bicitaxi es un triciclo con uno o dos asientos para pasajeros, colocados al costado o detrás del sillín para el conductor. La estructura cambia según las regiones de Cuba. En el Occidente y Centro del país el bicitaxista (así se le llama al conductor…sufre RAE!!!) suele estar un poco más separado de  los pasajeros y por debajo de ellos y el timón asemeja al de las motos clásicas norteamericanas. En el Oriente el conductor está al mismo nivel y más cerca de los pasajeros. En la ciudad de Holguín se da el curioso caso de que los bicitaxis solo tienen un asiento  y al costado del conductor, como si fuera una motocicleta con side car.
La tecnología llegó a los bicis (como popularmente se les llama) con la entrada masiva de dispositivos de almacenamiento y reproducción de sonido. Hoy en día son carrozas ambulantes con el hit parade.  Música que aún no se emite por las emisoras de radio, hace rato que ellos la comparten mientras recorren las calles. Hay gente a la que esto les molesta, imagínese a las dos de la madrugada sin poder dormir porque un bicis decidió hacer piquera esa noche frente a su casa. A esa hora usted lamenta que ya no se usen los orinales…
Los bicis también presentan un diseño muy curioso y llamativo. Para tratar de atraer clientes suelen colocar banderas de otros países. No sé si la Oficina de Estadísticas tenga en cuenta esto para determinar cuál es el principal mercado del turismo de Cuba.
De los eslóganes y frases que también usan pudiera escribirse todo un tratado semiótico. Van desde el clásico “que Dios te dé el doble de lo que me deseas” hasta el contemporáneo e ibérico “de pu… madre”.
Anécdotas sobre un bici hay muchas. En Santiago de Cuba, por ejemplo, supe de tres ingenuas doncellas (sépase que aunque un bici tenga dos asientos para pasajeros en él pueden montar cuántas personas el conductor estime conveniente) decidieron trasladarse una oscura y tormentosa noche del ferrocarril a la universidad. Pasadas dos cuadras de pedaleo una sombra gigantesca se abalanzó sobre el carruaje e intentó arrebatar el equipaje de las doncellas. El conductor, quien no levantaba una cuarta del suelo y pesaba poco más de 50 kilos apresuró el paso mientras las doncellas forcejeaban con el gandul. La historia tuvo un final feliz cuando al llegar a la luz el ladrón se transformó en fugitivo y se perdió nuevamente en las tinieblas. Mejor, en una película del Oeste.
Yo casi nunca monto en bicitaxi… por una cuestión de lástima: lástima con los conductores que se acaban con los riñones y lástima con mi bolsillo que no puede permitirse siempre ese lujo.
Por eso creo que esto de los bicitaxis también ha sido bueno para el deporte, con el tiempo tendremos buenos ciclistas y mejores corredores.

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HISTORIAS DE PUEBLO

Por: JAFES
Hay pueblitos que se resisten al olvido. La gente huye de ellos como si la distancia pudiera enterrar las casas y calles polvorientas. Pero ya el pueblo entró por los ojos, la nariz y los oídos y se lleva dentro y no importa que el pueblo desaparezca, porque nosotros somos las casas y las calles polvorientas. De uno de esos pueblos es la anécdota que les traigo.
El Algarrobo existe aún porque el tren pasa por allí todos los días y porque la gente que se ha ido vuelve a cada rato a visitar a los que se quedaron. Me parece que a veces la gente regresa solo para comprobar que el pueblo todavía sigue ahí y que no se trata de una invención, una especie de deja vu. La gente de allí vivió de sembrar y cortar en los campos de caña y de lo que pudieran enviarle los familiares de la ciudad. El pueblo tenía dos calles, una tienda, un aserrío y un fañoso (persona con problemas del lenguaje).
Así fue hasta la tarde de aquel domingo de tiempo muerto en que los hombres jugaban dominó debajo de la mata de ceiba y “bajaban” dos botellones de aguardiente entre chismes y augurios de un futuro mejor que nunca llegó. Alguien recordó la vez en que a Manuel le dijeron que si se untaba mierda de gallina debajo de los “sobacos” podía volar y el muy bruto casi pierde las piernas cuando se lanzó del techo de su casa. Todo el mundo se rió, menos Manuel que enseguida cerró el juego y empezó a darle agua a las fichas.
Entonces el fañoso llegó corriendo con los ojos fuera de las órbitas gritando “Uego, uego uego”.
“Estése quieto usted y haga la cola como todo el mundo”, le dijo Eladio, que todo el mundo respetaba después que sentó de un manotazo a una mula que no le hizo caso.
“Uego, uego uego” insitió el fañoso, que nadie llamaba de otra forma que no fuera esta. Y la gente empezó a protestar porque el tipo quería aguarles la tarde.
Desesperado el fañoso empezó a llorar: “uego, uego, coño e´ se quema el aserrío”.
Y así fue como El Algarrobo se quedó sin aserrío.

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CAMINANDO POR MI CALLES

>> jueves, 29 de septiembre de 2011






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